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El viaje del Papa al Líbano ha dejado una serie de mensajes de amplio alcance, tanto más necesarios cuanto más complicada es la situación social y política del contexto en el que está situado este país. Subrayo una idea que me parece fundamental: en el Líbano, ha dicho el Papa, encontramos un ejemplo de convivencia de distintas religiones, hasta el punto de que “no es raro ver en la misma familia las dos religiones (se refiere al cristianismo y al Islam)”. De ahí la pertinencia de la pregunta: “si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad?”. Para ello, añade Benedicto XVI, se requieren unas condiciones: “una sociedad plural sólo existe en el respeto recíproco, con el deseo de conocer al otro y del diálogo continuo”.
Y ahora viene algo muy interesante en el razonamiento del Pontífice romano: “este diálogo entre los hombres es posible únicamente siendo conscientes de que existen valores comunes a todas las grandes culturas, porque están enraizados en la naturaleza de la persona humana. Estos valores que están como subyacentes, manifiestan los rasgos auténticos y característicos de la humanidad. Pertenecen a los derechos de todo ser humano. Con la afirmación de su existencia, las diferentes religiones ofrecen una aportación decisiva”.
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