Fuente: http://www.unsacerdoteentierrasanta.blogspot/
Son pocos y tienen muchos problemas, pero han decidido tomar la iniciativa: el pasado diciembre, poco antes de Navidad, presentaron un documento que quiere servir para deshacer los nudos de Oriente Medio. Es una hoja de ruta distinta a todas los demás, ya que se asienta sobre tres ejes políticamente inauditos: la fe, la esperanza y el amor. Ellos se lo pueden permitir porque son la comunidad cristiana más antigua del mundo.
Rifat Kassis es el director de una ONG que se llama Defensa Internacional para los Niños. Es palestino y es cristiano. Hace unos años viajó a Estados Unidos para dar una conferencia sobre el conflicto que ensombrece su tierra. Habló también de sí mismo, de su religión, y una mujer se levantó entre el público para decirle que no sabía que existieran cristianos palestinos. Le preguntó incluso a ver cuándo se había convertido. Él le explicó con sencillez que sus antecedentes se remontan a la época de Cristo. “Ella no daba crédito”, cuenta Rifat Kassis, vecino de Belén, la ciudad donde nació Jesús hace veinte siglos, y donde hoy los cristianos son un 20%, una cuarta parte de los que había al terminar la Segunda Guerra Mundial. Y termina el relato de la anécdota con una reflexión que podría parecer una obviedad, pero que no lo es: “La primera iglesia no se estableció en Roma o en Washington, sino en Jerusalén. Sin embargo, no se conoce la existencia de cristianos en Tierra Santa. Y si se conoce, no se entiende”.
Es una paradoja que sigue resultando muy dolorosa a pesar de sus veinte siglos de historia: ser cristiano en Tierra Santa es un empeño complicado. Fue allí donde vivió Jesús y donde reunió a sus primeros seguidores, pero la presión sucesiva de judíos, romanos, persas, mamelucos, turcos y nuevamente judíos ha puesto contra la cuerdas la pervivencia de una comunidad siempre pequeña y casi siempre mal vista por las autoridades. Los números no coinciden en todos los casos, pero se estima que en la actualidad hay unos 150.000 cristianos entre Israel y los territorios palestinos. La cifra equivale a un 1,8% de la población (que asciende a 7,2 millones) y no ha dejado de reducirse en los últimos sesenta años. En Jerusalén, por ejemplo, los cristianos eran el 25% en la década de 1920, se redujeron al 13% tras las proclamación del Estado de Israel (1948) y hoy apenas son unos 10.000, según el Jerusalem Inter Church Center (JIC).
Ocurre además que entre esos 150.000 cristianos hay católicos y ortodoxos. Y que entre los católicos están representados varios ritos: el latino es el más numeroso, pero también hay melquitas, maronitas, armenios, sirios, caldeos y coptos. Componer el organigrama del cristianismo en Tierra Santa equivale a enfrentarse a la historia de la Iglesia, a veces turbulenta. Prácticamente todos los cristianos son de raza árabe, aunque hay un pequeño grupo de católicos de lengua hebrea.
Lo llamativo es que los cristianos de Israel y Palestina ni siquiera son conocidos a veces por sus propios vecinos. Rifat Kassis vivió otra experiencia elocuente en la época de la primera intifada (1987-1993). Un día fue arrestado por participar en una manifestación pacífica en Belén. Lo condujeron a una celda en la que ya se encontraban otros detenidos. Uno de ellos era musulmán y rezaba en voz alta con una oración sencilla: “Que Dios dé la victoria a los musulmanes”. Otro de los presentes le advirtió que acababa de llegar un cristiano y él preguntó sorprendido que cómo era posible aquello. Rifat Kasis le explicó que los cristianos de Palestina también estaban resistiendo la ocupación. El musulmán modificó entonces su plegaria: “Que Dios dé la victoria a los musulmanes y a mi amigo cristiano”.
Texto de Erika Jara, en la "Revista Nuestro Tiempo" de la Universidad de Navarra.
(Para leer completo el documento “El Momento de la Verdad”: www.kairospalestine.ps)
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15 agosto 2010
UN SACERDOTE EN TIERRA SANTA: EL DOCUMENTO SOBRE EL FUTURO DE LOS CRISTIANOS EN PALESTINA
Muchos somos los que buscando la verdad, nos alejamos unos de otros, siendo todos una creación del Todopoderoso, nos olvidamos de la esencia de la guía divina